17.10.06

Vehículos


Durante los siglos XVI y XVII se luchaba contra los incendios con aguatochos y otras herramientas, pero la gran cantidad de incendios de distinta índole a los que se veía sometida la Villa de Madrid, hacía necesario que se proveyera de materiales de nueva invención, hasta que el 21 de marzo de 1721, por orden de S.M. Felipe V, se mandase comprar una máquina construida en bronce en Inglaterra por 68 libras esterlinas.

Esta importantísima máquina, constaba principalmente de un pequeño depósito y un maneral desde donde se ejercía la presión necesaria para elevar el agua a mayor altura, saliendo ésta por la boquilla del cañón.

A finales del verano de 1779, el maestro bombero construyó ocho bombas de brazal que fueron repartidas en las cuatro casas cuartel de la Villa junto a diverso material.

El crecimiento urbanístico que iba a experimentar la ciudad al aprobarse en 1860 el proyecto del ensanche de Madrid encomendado a Carlos Mª de Castro, hacía necesario que por parte del ayuntamiento se estudiase la posibilidad de situar una bomba para cada distrito. Esto implicaría como es lógico, habilitar diez locales para su custodia.
En sesión de 11 de enero de 1860, se aprobaría la compra de seis bombas aspirantes e impelentes, llamadas Letestu, de origen francés, por valor de 47 336 reales. De estas bombas se decía que eran de gran sencillez y sumamente fácil su manejo, desarme, reparación y mantenimiento.

A principios de noviembre de 1898 llegaba a Madrid la primera bomba de vapor. Algunas de las ventajas de esta revolucionaria máquina eran los 900 a 1000 litros de agua que lanzaba por minuto. La caldera era capaz de producir vapor entre cinco a siete minutos desde el momento de encender el carbón, haciéndola funcionar a una presión máxima de 12 kilos.